Sáb. Abr 27th, 2024

La conmovedora historia de Rashida Bibi se ha convertido en un símbolo de resistencia y un llamado urgente a la justicia. Después de sobrevivir a una década de cautiverio, matrimonio forzado y conversión religiosa obligada, Rashida ha logrado escapar y contar al mundo las atrocidades que vivió. Originaria de una modesta familia de trabajadores en los hornos de ladrillo de la aldea de Okara, su testimonio pone de manifiesto la cruda realidad que enfrentan muchas mujeres en Pakistán, víctimas de la violencia y la coerción.

«Quiero justicia y recuperar a mis hijos», clama Rashida, quien lleva en su cuerpo y su alma las cicatrices de una década perdida. Su lucha por la libertad y la dignidad, en un contexto de opresión y abuso sistemático, ha despertado la atención sobre las prácticas inhumanas de secuestro, matrimonio forzoso y conversiones forzadas que aún prevalecen en ciertas regiones.

El valiente testimonio de Rashida Bibi no solo busca justicia personal, sino que también ilumina el camino para otras víctimas en situaciones similares. En un país donde la violencia contra las mujeres a menudo queda impune, la voz de Rashida se levanta desafiante, exigiendo cambios profundos en la sociedad y el sistema legal para proteger los derechos y la libertad de todas las mujeres.

La pesadilla de Rashida comenzó hace más de diez años cuando fue secuestrada y casada por la fuerza con Muhammad Riaz:

«Me secuestró el 23 de marzo de 2013, cuando sólo tenía 13 años – cuenta -. Mis padres hicieron todo lo posible, pero no pudieron recuperarme. Me casó con él a la fuerza y ​​me convirtió al Islam; en estos 10 años di a luz cinco hijos. Siempre me llamó Choorhi (el término que suelen utilizar los fundamentalistas para referirse a los que barren las calles en Pakistán, nde.). Yo me quedé allí por mis hijos. Pero ahora quería casarse con otra joven y yo me opuse. Entonces el 28 de diciembre de 2023 me golpeó muy fuerte y me cortó la nariz, el cabello y también en las partes íntimas. Después me segregó durante dos meses. Recién en febrero de 2024 logré escapar del encierro y regresé con mis padres».

«Cuando escapé – continúa su dramático testimonio – Muhammad Riaz vino a mi casa y nos golpeó a mí y a mi madre, a quien le rompió un brazo. Nuestros amigos de la calle intervinieron y nos salvaron, vino la policía y lo arrestó. Pero el mismo día lo dejaron en libertad sin registrar la denuncia.»

La mujer también contó que cuando estuvo segregada ni siquiera le permitían ir al baño:

«Me daban de comer una sola vez al día. Me enfermé durante el encierro y no me dieron ningún medicamento. Su madre me maltrataba, toda su familia me odiaba. Por la noche me ataban los pies y las manos, y cuando Riaz regresaba del trabajo por la tarde me golpeaba y maltrataba. Tengo tres hijos y dos hijas: quiero ver a mis hijos. Quiero justicia».

Joseph Jansen, activista de derechos humanos, pidió a las autoridades que se llevara a cabo una investigación exhaustiva sobre el caso de Rashida:

«Esta es la verdadera cara de la realidad detrás de los secuestros y matrimonios forzados de niñas pertenecientes a minorías. Demuestra que secuestran y se casan con niñas menores de edad y cuando se cansan de ellas actúan como monstruos. Estas niñas secuestradas nunca reciben respeto ni amor. Pedimos al gobierno que tome en serio este caso y haga justicia a esta desafortunada joven».

Jansen afirmó también que las leyes actuales destinadas a abordar y prevenir este tipo de atrocidades son insuficientes porque se han implementado en forma incompleta. Superar estas deficiencias requiere una combinación firme de voluntad política y administrativa.