Jue. Abr 18th, 2024

La pascua es la victoria de Cristo sobre el pecado y con su resurrección nos abrió las puertas del cielo y así podemos estar seguros de que la muerte ya no tiene la última palabra.

 

Sin embargo, ¿por qué sigue existiendo el mal y el sufrimiento, si Cristo ha resucitado? Pues bien, muchas veces nos gana el corazón,  el rencor, la amargura y la rebeldía e incluso, las dudas e incertidumbre y muchos experimentan, en diferentes momentos de su vida, como si Dios no existiera y nos hubiese dejado a merced del pecado. Pero lo que no hemos entendido es que seguimos acá abajo y seguimos sufriendo las consecuencias del pecado y el hecho que Jesús se haya sacrificado, no hace que desaparezca el pecado como por arte de magia. El daño ocasionado por el pecado original es algo que corrompió este mundo de manera definitiva.

 

pero, ¿Qué ha cambiado entonces? Si leemos con detenimiento y atención el prólogo del Evangelio según san Juan, veremos que la resurrección de Cristo inauguró una nueva creación. Jesús no ha vuelto a la vida, como sucedió con su amigo Lázaro (Juan 11, 32-45), que recuperó su vida mortal.

 

Jesús resucita con un cuerpo glorioso, haciendo realidad una nueva creación. De la cual ya participamos aquí en esta existencia, pero de modo espiritual. Gracias al Bautismo el Espíritu nos participa esa nueva vida, pero es el Reino Eterno que va creciendo en nuestro corazón, en nuestro interior, en la medida que nos esforzamos por morir cada vez más al pecado, dejando el hombre viejo y revistiéndonos del hombre nuevo (Efe 4, 22-27).

 

El camino para nuestra santidad, es no dejarnos vencer nunca por la desesperanza, que es lo que más quiere el demonio, no nos quedemos en la mirada superficial de los ojos de la carne y miremos nuestra vida con los ojos de la fe, que nos hace percibir la vida nueva que nos ha traído el señor. Por eso alegrémonos y regocijémonos, puesto que Dios ha traído un nuevo mundo.

 

 

Fuente: Catholiclink

Redacción: Natalia Monroy