Sáb. Sep 7th, 2024

Todos tenemos metas personales, profesionales, espirituales. No es secreto que para alcanzarlas se necesita de trabajo duro y constancia, así como cariño y dedicación. A veces hay altibajos, pero si de verdad tenemos en la mente esos objetivos, sabemos que tenemos que poner de nuestra parte para cumplirlas. Al menos, creo que todos tenemos noción de esto. ¿Estás de acuerdo conmigo?

Me puse a pensar en esto de las metas personales cuando vi el siguiente comercial de Nike, «No excuses», que te comparto a continuación. Míralo, y luego te cuento algo increíble que me sucedió luego de verlo.

 Como has visto (espero), este comercial nos habla de la diferencia entre poner excusas y la actitud del que pone de su parte aunque implique un esfuerzo, como despertarse temprano (aunque quizás seguro se sumarán otros) .

Ahora, te prometí que te contaría algo increíble. Luego de ver el comercial, puse en Google la palabra «excusas». No sé, por curiosidad. ¿Sabes qué? Me figuraron cerca de 15.800.000 resultados y página tras páginas con el titular «Las mejores excusas para no ir al trabajo», «excusas para el colegio», «las mejores excusas».

Si tenemos un anhelo grande de plenitud, si tanto deseamos esas metas, como dije, personales, profesionales, espirituales… ¿Es lógico que nos saboteamos a nosotros mismos con tanta facilidad que buscamos adrede buscar cómo evadir el esfuerzo? Como dije, increíble.

¿Por qué será que las excusas nos salen tan fáciles?

Entre el comercial de Nike y mi paseo por los resultados de Google, me pregunté por qué ponemos excusas. O sea, hay algunas válidas, como «me torcí el tobillo y no puedo correr», pero cuando aparece una seguidilla de evasiones, algo debe haber detrás.

La primera respuesta que me vino a la mente fue que «no queremos enfrentar el esfuerzo que se nos plantea». Claro, es lógico, y más de alguna vez nos ha pasado. A mí también, no lo negaré.

¡Es mucho más cómodo dormir 30 minutos más que madrugar! ¡Es infinitamente más atractivo una porción extra de postre que ceñirse a una dieta! Y seguro se te ocurrirán muchos más ejemplos que a mí.

El vicio escondido: la falta de mortificación.

La pregunta que podemos hacernos: ¿con qué frecuencia me digo «no» a antojos, caprichos o pequeños gustos?

Cómo curarlo: podemos negarnos de a poco y un poco algún gusto, ofrecer algún esfuerzo por una intención o persona en especial

Otra respuesta un poco más profunda es que dudamos de hacer algo perfectamente. Nos asusta (sí, «asusta») no dar la talla. Nos da vergüenza intentar algo y fracasar leve o gravemente. ¿Para qué intentar algo si no lo hacemos «como se debe hacer»?

El vicio escondido: la soberbia.

La pregunta que podemos hacernos: ¿por qué me preocupa tanto cómo me veo o reconocer mi imperfección?

Cómo curarlo: pedir a Dios la humildad para reconocernos limitados, necesitados de su infinitud.

El problema de las excusas

Alejarnos de nuestras metas, es obvio. Pero hay una razón adicional: cuanto más nos excusamos, más fácil es seguir haciéndolo. Caemos en una espiral en la que el menor esfuerzo se torna algo imposible, inmenso.

Hay cosas que hay que hacer en el momento: al poner excusas se tornan más complicadas. El ejemplo clásico es de la tarea que, al ser procrastinada, se torna más inmensa y difícil, con el añadido de un deadline temible que se acerca sin compasión.

Un recordatorio: no se trata de hacer las cosas porque «dan gusto». Pero ¡el resultado sí es gratificante! Aunque esa satisfacción pueda verse de distintas maneras, algunas como no preveíamos experimentar.

Una «advertencia»: las excusas nos dejan con un trago amargo, que podríamos evitar fácilmente si, de buenas a primeras, nos lanzamos al «campo de batalla».

Una «revelación»: al animarnos a los pequeños esfuerzos, somos más dueños de nosotros mismos. Aprendemos a no dejarnos llevar por miedo o comodidad. Nos acercamos a ser más «nosotros». Nuestra «mejor versión». ¡Nos acercamos a ser el sueño de DIOS!

Una receta final

Tal vez haya cosas que no queramos hacer, pequeñas o grandes. Pero antes de poner excusas, te sugiero llevarlo a la oración. En efecto, pueden aparecer cosas que es mejor de lado. Pero pueden existir otras que son parte del proyecto de DIOS para nuestra vida.

En la oración, luego de ese discernimiento, puedes rezar «Señor, quiero querer». Decirle, «no me da la gana, pero me gustaría querer».

También puedes pedir una asistencia especial de nuestra Madre. Ella, que dijo rápido que «sí», nos empujará cariñosamente a seguir su ejemplo.

Para acabar, te comparto esta frase de San José María que nos recuerda que las excusas no hacen otra cosa, sino robarnos nuestros talentos.

«No me digas que tienes excusas. -No le valió a la higuera -narra el Evangelista- no ser tiempo de higos, cuando el Señor los fue a buscar en ella. Y estéril quedó para siempre» (Camino, 354)

Fuente: Catholic Link