Cuando un alma se eleva a DIOS con ansias de ardientísimo deseo de honor a Él y de la salvación de las almas, se ejercita por algún tiempo en la virtud. Se aposenta en la celda del conocimiento de sí misma y se habitúa a ella para mejor entender la bondad de DIOS; porque al conocimiento sigue el amor, y, amando, procura ir en pos de la verdad y revestirse de ella.
Y porque de ningún otro modo gusta y es iluminada tanto de esa verdad como por la oración humilde y continuada, fundándose en el conocimiento de sí y de DIOS, al ejercitarse en ella del modo dicho, esa alma se une a DIOS siguiendo las huellas de Cristo crucificado. De esta manera, por el deseo perfecto y la unión de amor, hace de Él un «otro yo».
Esto parece que significaba Cristo cuando dijo: «A quien me ame y atienda mis palabras, a ese me manifestaré yo mismo, y será una cosa conmigo, y yo con él». En otros lugares encontramos palabras semejantes. Por ellas podemos ver que es cierto que, por el afecto del amor, el alma se convierte en otro Él. — Diálogo, 1.
Fuente: Catholic link