Sáb. Abr 20th, 2024

Unos esposos discuten. Temas tratados una y otra vez, palabras fuertes, enojos. Al final del día, entre sus corazones ha aumentado la separación hasta niveles nunca antes alcanzados.

Un barrio organiza sus festividades anuales. No hay acuerdo sobre los eventos, ni sobre el recorrido de una caravana, ni sobre el grupo musical que podría ser invitado. Al final, el barrio termina con una división insoportable.

Unas elecciones se celebran en medio de una especial crisis económica. Los ánimos, calientes, se reflejan en la oficina, en el taller, en el bar, en los hogares. Tras los resultados, discusiones y discusiones sin fin. El veneno de la división entera de muchas maneras, por muchas causas, en muchos ámbitos. No siempre reviste la misma gravedad, pues hay divisiones sobre temas menores y con repercusiones mínimas. Pero casi siempre las divisiones provocan heridas.

No es fácil responder, pero vale la pena buscar causas y condiciones que han llevado a esta o a aquella división, para afrontarlas en sus raíces. Unas causas surgen de la complejidad de ciertos temas. Otras, desde las diferentes maneras de pensar y de sentir. Otras, simplemente desde malentendidos mezclados con esa continua tendencia humana que incita a imponerse sobre los demás.

Desde la búsqueda de las causas puede pensarse en las soluciones, sea a nivel preventivo , sea a nivel curativo, cuando los gritos han herido las relaciones entre seres humanos.

El veneno de las divisiones ha penetrado en la existencia humana desde sus orígenes, y sigue hoy presente entre nosotros. Todo lo bueno que hagamos para evitar sus daños, para curar sus efectos, será bienvenido.Porque, por muchas y graves que sean las divisiones, todos los seres humanos compartimos un mismo origen en el amor de Dios, y estamos llamados a un encuentro, definitivo, con ese Dios Amor.

Tal vez recordar nuestro inicio y nuestra meta sea un buen antídoto para muchas divisiones y, sobre todo, sirva como estímulo para promover esa unidad y armonía que tanto embellecen las vidas de las personas y de los pueblos.

La división es un veneno que puede infiltrarse sigilosamente en nuestras vidas y comunidades, debilitando los lazos que nos unen. En nuestras familias, a menudo comienza con desacuerdos aparentemente menores que, si no se abordan adecuadamente, pueden crecer y fomentar un alejamiento emocional. En nuestras comunidades, la división puede surgir de disputas sobre cuestiones aparentemente triviales, pero a medida que las tensiones aumentan, la unidad se vuelve cada vez más frágil.

En un nivel más amplio, vemos cómo la división se manifiesta en la sociedad en general. Ya sea en debates políticos polarizados, conflictos religiosos o disputas ideológicas, la falta de entendimiento y empatía entre las personas ha llevado a divisiones profundas. Esta división no solo causa daño a nivel personal, sino que también obstaculiza nuestro progreso colectivo y nuestra capacidad para abordar los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo.

Es fundamental recordar que la división no es un destino inevitable. Podemos y debemos trabajar activamente para prevenir y superar las divisiones. Esto comienza por escuchar a los demás con respeto, comprensión y empatía, incluso cuando no estemos de acuerdo. La humildad es esencial; debemos reconocer que no siempre tenemos todas las respuestas y que otros pueden tener perspectivas valiosas que enriquezcan nuestro propio entendimiento.

Además, como creyentes, tenemos una responsabilidad adicional. Recordar nuestro origen en el amor de Dios y nuestra llamada a la unidad en Él debe inspirarnos a buscar la reconciliación y la paz. En el Evangelio, Jesús nos enseña la importancia de perdonar setenta veces siete. Este llamado al perdón y la reconciliación es esencial para sanar las divisiones en nuestras vidas y en el mundo.

Finalmente, es importante recordar que la unidad no significa uniformidad. Podemos mantener nuestras diferencias y aún así trabajar juntos en armonía y amor. La diversidad de opiniones y perspectivas puede ser una fuente de enriquecimiento y crecimiento si la abordamos con respeto y apertura.

En este día, oremos por la gracia de la unidad. Oremos para que podamos superar las divisiones en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. Recordemos que, como hijos e hijas de Dios, estamos llamados a construir puentes, a ser agentes de paz y a reflejar el amor y la unidad que Dios desea para todos nosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Fuente: Catholic.net