Jue. Abr 25th, 2024

En el marco del Día Internacional de la No Violencia, conmemorado el pasado 2 de octubre, la Iglesia católica en el país, sumándose a la campaña ‘No matarás’, señala que “para los discípulos de Jesús, la no violencia es el estilo de vida que nuestro Maestro nos ha enseñado como camino de transformación personal y social”. En esta línea, en una comunicación firmada por monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Soacha y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, se afirma que “Colombia, un país herido por la violencia histórica, debe acoger de manera valiente el llamado a optar por la no violencia”. “Para los colombianos y colombianas, especialmente para los fieles que profesan la fe cristiana, hoy se fortalece nuestro compromiso del respeto hacia la sacralidad de toda vida”, agrega. La campaña No Matarás es promovida por organizaciones ciudadanas, con el propósito de proclamar de manera abierta y reiterativa el valor sagrado de la vida.

Bajo el lema “No matarás, no desaparecerás”, nuestra nación celebra este domingo, dos de octubre, una jornada por la vida y la reconciliación. La primera enfermedad es nuestra memoria patológica. Han sido cadenas de violencia y de muerte. La purificación de la memoria es terapia necesaria para reconocer los daños causados, repararlos y comenzar una nueva etapa sin mirar atrás.

En este sacrificio aparecen la guerra y la violencia como hijas nefastas de la corrupción. Aquí la terapia es que resplandezca la verdad. La tercera enfermedad es el “eclipse de la vida”, tan patente entre nosotros ahora que se promulgan leyes injustas que atentan contra la vida inocente, como si fuera poco, cuanto acontece en la Colombia de las bases y de las periferias existenciales. Urge parar el desprecio a la vida prohibiendo matar.

La vida del más humilde campesino nuestro, vale mucho más que todo el patrimonio de la nación junto. Aquí la terapia es una movilización por la vida como un don sagrado, tal y como lo hicimos hace 25 años en el Viacrucis por la Vida. Cainizar la vida es lo mismo que “sálvese quien pueda”. La terapia es un ejercicio muy audaz de la solidaridad en la que todos nos preocupamos por todos.

Nos hace bien reconocer nuestros límites: “somos un país moralmente enfermo y con fracturas múltiples”. Cómo Iglesia que se siente llamada a ser instrumento de reconciliación y concordia, nos hacemos una pregunta: ¿Cuáles serían esas enfermedades que hoy nos aquejan y que debemos enfrentar para lograr ser una sociedad reconciliada y en paz?

La primera enfermedad es nuestra memoria patológica. Hemos sembrado resentimientos y venganzas a causa de los odios vividos. Han sido cadenas de violencia y de muerte. La purificación de la memoria es terapia necesaria para reconocer los daños causados, repararlos y comenzar una nueva etapa sin mirar atrás.

La segunda enfermad es haber sacrificado la verdad. En este sacrificio aparecen la guerra y la violencia como hijas nefastas de la corrupción. Aquí la terapia es que resplandezca la verdad. Tanto en la reconciliación como en la renovación le debemos obediencia a la verdad.

La tercera enfermedad es el “eclipse de la vida”, tan patente entre nosotros ahora que se promulgan leyes injustas que atentan contra la vida inocente, como si fuera poco cuanto acontece en la Colombia de las bases y de las periferias existenciales. Urge parar el desprecio a la vida prohibiendo matar. La vida del más humilde campesino nuestro, vale mucho más que todo el patrimonio de la nación junto. Aquí la terapia es una movilización por la vida como un don sagrado, tal y como lo hicimos hace 25 años en el Viacrucis por la Vida.

La cuarta enfermedad es la “cainización de la vida”: “Y dijo DIOS a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo acaso guarda de mi hermano? Y DIOS le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. Cainizar la vida es lo mismo que “sálvese quien pueda”. La terapia es un ejercicio muy audaz de la solidaridad en la que todos nos preocupamos por todos. Sería hacer de la seguridad humana nuestro ethos cultural.

Y la quinta enfermedad es la ideologización de la esperanza, la cual surge cuando cambian las perspectivas de un desarrollo humano integral por las salidas violentas y egoístas o por el facilismo, estilo propio del consumismo. La mejor terapia es cultivar la esperanza, defendiendo la naturaleza, haciendo un trabajo laborioso y viviendo con austeridad para que no nos ahoguemos.

Desde el secretariado Nacional de Pastoral Social/ Cáritas colombiana, los invitamos a participar de esta campaña que llena de sentido y esperanza el camino hacia la paz y la reconciliación, no sin antes reconocer que es una equivocación y una incoherencia condenar con toda clase de repulsas las muertes violentas y avivar, al mismo tiempo, entre nosotros, una agresividad tan estéril como peligrosa.


Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia 

Redacción: Natalia Monroy