Jue. Abr 25th, 2024

Seguramente, muchos hemos experimentado, alguna vez, una sequedad inmensa en nuestra oración, no importa que tipo de oración intentes, habrá momentos en el que se deje de “sentir” la oración, esto no significa que la oración no tenga efecto en tu corazón, en tu persona o en tu fe. A continuación te presentamos unos puntos sobre por qué la oración hecha con corazón siempre es constructiva, aunque no se sienta.

La oración es más que sentimientos

Claro que la oración muchas veces nos ha causado una alegría inmensa, lágrimas de arrepentimiento, tranquilidad, paz y sin número de sentimientos. Pero la relación que mantenemos con Dios en la oración, así como otro tipo de relaciones interpersonales, no se basa solamente en sentimientos. Sería perdernos de mucho y reducir el alcance de la oración.

La oración no es solo para pedir

Hay muchos tipos de oración, así como carismas. La definición del catecismo destaca la humildad para poder abrazar el don de la oración al máximo.

Un camino para conquistar virtudes

Dios nos conoce muy bien y por eso a veces nos ayuda concediéndonos gracias que no pedimos, pero que necesitamos. Lo que quiero decir es que Dios, conociéndonos, se las arregla para que nuestra oración tenga frutos.

Aprendemos a conocer a Dios

“Conocer a Dios es más importante que saber acerca de Dios”. Otro fruto de la oración que no necesariamente tiene que ver con sentimientos es que en la oración podemos degustar a la persona de Jesús, amarle más.

Descubrimos un nuevo sentido

La oración también puede dar sentido y ordenar nuestra vida. Cuando con humildad nos presentamos como ofrenda en la oración, Dios nos recibe, ordena y dirige a nuevos horizontes, nuevas metas y posibilidades.

Un tiempo para alabar a Dios

Me gusta comparar la alabanza que hacemos a Dios con los cumplidos que hacemos a las personas. De la misma manera, cuando hacemos alabanza a Dios, a veces en esa sequedad no sentiremos nada, pero Dios se sentirá elogiado y amado.

La oración es bilateral, pues es una relación con Dios. En ocasiones no se trata solamente de lo que sentimos, sino de lo que podemos lograr con la oración, de lo mucho que podemos conocer y hacer sentir bonito a Jesús. Quién sabe qué sorpresas te tenga El Espíritu Santo la próxima vez que ores.


Fuente: Catholic link

Redacción: Natalia Monroy