Vie. Abr 26th, 2024

Seguramente el Avemaría es una de las primeras oraciones que aprendimos cuando éramos niños. Es una oración sencilla, un diálogo muy sincero, nacido del corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.

“DIOS te salve, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y poco después, su prima Isabel la enaltece diciéndole: “Bendita tú entre las mujeres y Bendito es el fruto de tu Vientre”. Estas palabras han modelado una de las oraciones que, desde hace siglos, los cristianos recitamos con más frecuencia: el Avemaría.

El Avemaría es una belleza

“En ella encontramos una alabanza y una invocación. La alabanza contiene cuanto constituye la verdadera grandeza de la Virgen María. La invocación contiene cuánto debemos pedirle y cuánto podemos alcanzar de su bondad”.

Un hermoso saludo

Los saludos son de suma importancia en las relaciones humanas. Sabemos que nos permiten el acceso a otras personas, incluso a aquellas que no conocemos. Facilitan la comunicación, los intercambios, las reuniones, los encuentros, hacer amigos, caminar, pasear e informar. Las personas bien educadas saben saludar con cortesía. Las madres siempre intentan enseñar a sus hijos que aprendan a saludar y también corresponder a un saludo.

San Bernardo dice: “La Reina del cielo no es menos agradecida y cortés que las personas nobles y bien educadas de este mundo. Las aventaja en esta virtud como en las demás perfecciones y no permitirá que la honremos con respeto sin devolvernos el ciento por uno”.

La salutación del Ángel Gabriel abre la oración del Avemaría

Nos recuerda el Catecismo que: “La salutación del Ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es DIOS mismo quien, por mediación de su Ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que DIOS ha puesto sobre su humilde esclava y a alegrarnos con el gozo que DIOS encuentra en ella”. En el momento en que Santa Isabel oyó el saludo que le dirigía la Madre de DIOS, quedó llena del Espíritu Santo y dicen las Sagradas Escrituras que el niño que llevaba en su seno saltó de alegría.

Cántico Trinitario

El Avemaría es uno de los cánticos más bellos que podemos entonar a la Gloria de DIOS. Dice el Salmo: “Te cantaré un cántico nuevo”, y eso se vive en cada Avemaría. La salutación angélica es precisamente el cántico nuevo que David predijo que se cantaría en la venida del Mesías.

Alabamos a DIOS Padre por haber amado tanto al mundo que le dio su Unigénito para salvarlo. Bendecimos a DIOS Hijo por haber descendido desde el cielo a la tierra, por haberse hecho hombre y habernos salvado.

Glorificamos a DIOS Espíritu Santo por haber formado en el seno de la Virgen María ese cuerpo purísimo que fue víctima de nuestros pecados. Aseguraba San Luis María Grignion de Montfort que: El Avemaría es un Rocío Celestial y Divino, que al caer en el alma le comunica una fecundidad maravillosa para producir toda clase de virtudes.

En la hora de la muerte

La cercanía de la Santísima Virgen en toda nuestra existencia hace que nos movamos a quererla cada día más, y hace surgir espontáneamente una sintonía con Nuestra Madre en el latir hondo del alma. Y esta oración tiene mucho que ver con el cariño de los hijos que saludan constantemente a su madre. María está muy cerca de cada uno de nosotros: dispuesta siempre a comprendernos, a interceder continuamente delante del Padre, pendiente de nuestras necesidades.

Como repetía San Josemaría: “Toda la Bondad, toda la Hermosura, toda la Majestad, toda la Belleza, toda la Gracia adornan a nuestra Madre. ¿No te enamora tener una Madre así?”. Por eso, al terminar cada Avemaría nos ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, hasta “la hora de nuestra muerte”.


Fuente: Catholic link