El sacerdote dominico y doctor en teología fundamental, Fray Nelson Medina; y el sacerdote mexicano Mario Arroyo, doctor en filosofía por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma, responden a la pregunta sobre si un católico debe celebrar o no el mes del “orgullo gay” en junio.
“Me parece que un católico no debería celebrar el mes del orgullo gay ni el día del orgullo gay por tres motivos”, dijo el P. Arroyo, Catedrático en la Universidad Panamericana en Ciudad de México a la cadena aliada Aciprensa.
“El primero es porque el modo de ejercer la sexualidad no es motivo de orgullo, es una cuestión personal, íntima que no tendría por qué tener una relevancia social, pública, sobre todo en este caso que no representa ningún beneficio para la sociedad”, explicó el sacerdote.
El segundo motivo, continuó, “porque no podemos ser ingenuos: muchas de esas celebraciones del orgullo gay, como los desfiles, están marcados por un fuerte contenido antirreligioso, en contraposición con la Iglesia, con la Biblia, con Dios mismo. Es como colaborar con una causa que no defiende los valores que uno sostiene”.
El tercer motivo es que “el orgullo gay o las marchas del orgullo gay no representan a todas las personas que son gays u homosexuales. La Iglesia defiende a muchísimas personas que son homosexuales, pero no haciendo alarde de prepotencia, sino sencillamente acompañándose, estando cerca de ellas, comprendiendose”.
Fray Nelson Medina, sacerdote colombiano, explicó que si bien es razonable y correcto respetar a todas las personas, también a los homosexuales, no es correcto ser obligado a estar de acuerdo con sus prácticas sexuales. “En concreto, la aprobación forzada, el tener que estar de acuerdo, con los actos propios de lo que ellos llaman su ‘orientación sexual’ no es exigible y sí es, en cambio, reprobable e incompatible con nuestra fe cristiana y católica”, dijo el sacerdote.
Entonces, ante el “mes del orgullo” u otras celebraciones semejantes, el católico debe mostrar “respeto a las personas porque son personas; lucidez crítica en el uso de los conceptos; claridad sobre el origen y el tipo de celebraciones que acompañan a tales eventos; y como lógica consecuencia, distanciamiento crítico y ningún apoyo por parte de los cristianos católicos”.
De ese modo, concluyó, el católico podrá “expresar que eso es algo que uno respeta pero con lo que no comulga, dejando claro que se respeta a las personas pero no es algo que voy a compartir”.