Sáb. Abr 20th, 2024

Cada pareja es un misterio y una realidad única, lo que más importa no es la forma sino la voluntad de rezar juntos, la experiencia demuestra que la oración conyugal, como la oración en familia, presenta algunas dificultades: el tiempo dedicado a ella, el contenido de la oración, la superación del conformismo y de la rutina, la reserva personal de cada persona en cuanto a la expresión de su relación con el Señor… El error sería creer que estas dificultades son insuperables… Rezar individualmente, se aprende, rezar juntos, ¡también se aprende!.

 

Los preparativos iniciales deben ser sencillos. Debemos confiar totalmente en el Señor; si Él quiere esta oración en común, Él dará los medios para hacerlo. Todo lo que nos pide es nuestra voluntad y perseverancia para aprender.

 

¿Por dónde empezar?

 

Dedicarse por lo menos diez minutos, no excesivamente tarde por la noche, después de que los niños se hayan ido a la cama, un momento en el que no sea probable ser molestado.

 

Empezar estando de pie uno al lado del otro, en silencio, con la actitud corporal que conviene a cada uno… ¡y que no es necesariamente la misma!

Recogerse, entregar su corazón al Señor… Invocar al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Santo, ven, ora en mí“. Podemos satisfacernos con esta oración silenciosa durante un largo período de aprendizaje en el que simplemente nos acostumbramos a permanecer juntos ante el Señor.

 

Podemos terminar con un Padre nuestro y un Ave María, rezados muy lentamente.

 

Si aceptamos pasar por este primer estado de pobreza, veremos que el Espíritu Santo nos hará expresar poco a poco algunas palabras interiores: acción de gracias, peticiones, etc.

 

Luego podemos expresarlas brevemente en voz alta, para compartirlas con nuestro cónyuge, pero necesitamos ser mesurados.

 

Compartir la oración en voz alta “rompe el hielo”, nutre la oración, hace crecer la comunión, nos edificamos recíprocamente… ¡Pero cuidado con el parloteo!

 

También es posible comenzar la oración compartida con la acción de gracias y la alabanza.

 

Y podemos facilitar este compartimiento de la oración usando un salmo. Debemos aprender a conocer y usar los salmos, porque es orar a Dios con las palabras que Dios mismo nos dio y que Jesús usó para su propia oración.

 

La oración puede continuar confiando al Señor algunas intenciones personales, donde las alegrías y las preocupaciones familiares, la vida de las comunidades humanas y cristianas a las que pertenecemos, las grandes intenciones de la Iglesia universal encontrarán su lugar.

 

 

 

 

Orar como pareja para entenderse mejor

¡La clave de la oración es empezar bien! Recogimiento, esfuerzo de silencio externo e interno, adoración del corazón… Si empezamos bien, el resto sigue, si nos quedamos humildes, si nos dejamos llevar por el Espíritu Santo.

 

No hay que preocuparse excesivamente por “distracciones” que no se pueden evitar totalmente. Además, uno no debe juzgar su oración…

 

Una “buena oración” es aquella que se hace todos los días, de la que salimos relajados, pacificados, reconfortados, con más confianza, esperanza y amor.

 

Este tiempo de oración juntos sirve para acercar a los esposos, para borrar los pequeños enfrentamientos cotidianos, para armonizar los pensamientos y los deseos.

 

También puede ayudar a reanudar un diálogo regular entre los cónyuges. La falta de diálogo, porque no tomamos el tiempo adecuado, es una de las causas más frecuentes de rupturas en la vida matrimonial.

 

Fuente: Aleteia

Nota por Teresita González