Todos los santos son celebrados en el día de su muerte, por ser su entrada en la vida eterna, pero existen estas tres excepciones
La Iglesia católica celebra muchas fiestas de santos a lo largo del calendario litúrgico, y estas fiestas no son celebradas en el día del nacimiento del santo, sino de su muerte, pues es la fecha de su nacimiento a la vida eterna.
Sin embargo, existen tres notorias fechas de nacimiento que nosotros, católicos, conmemoramos litúrgicamente:
El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
El nacimiento de san Juan Bautista
La Natividad de la Santísima Virgen María
La Navidad de Jesucristo es una fiesta central de la fe cristiana porque celebra el nacimiento del propio Dios hecho hombre, en la gruta de Belén. No es necesario decir más.
En el caso de san Juan Bautista es necesario aclarar algo: él fue concebido con el pecado original, como todos los hombres, pero fue purificado antes de nacer, cuando su madre, santa Isabel, fue visitada por la Santísima Virgen María que, a su vez, ya llevaba en su vientre al Salvador, Jesucristo. San Agustín observó que la Iglesia siempre celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte, pero en el caso de san Juan Bautista, santificado ya en el vientre de la madre, él es celebrado también en el día de su nacimiento. Su fiesta es el 24 de junio.
Y la natividad de Nuestra Señora se celebra porque ella sí fue concebida libre del pecado original, por especial gracia concedida por Dios a la mujer escogida para ser la Madre Purísima del Redentor. Este es el dogma de la Inmaculada Concepción: la Santísima Virgen María fue concebida sin pecado. La fiesta de la natividad de Nuestra Señora se celebra el 8 de septiembre, precisamente nueve meses después de la celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre.
Por cierto, la fiesta de la Natividad de María ya se celebraba en el Oriente católico mucho antes de ser instituida en Occidente. Según una bella tradición, comenzó cuando san Maurilio la introdujo en la diócesis de Angers, en Francia, como consecuencia de una revelación en el año 430:
“Un señor de Angers se encontraba en la pradera de Marillais, la noche del 8 de septiembre de ese año, cuando oyó a los ángeles en el cielo. Les preguntó cuál era el motivo de su cántico. Le respondieron que cantaban de alegría por el nacimiento de Nuestra Señora esa noche” (cf. La fête angevine N.D. de France, IV, París, 1864, 188).