Vie. Mar 29th, 2024

El Papa Francisco regalaba hace unos meses a sus colaboradores y empleados en la Santa Sede un libro especial: No hablar mal de los demás, editorial EFFATTA, escrito por fray Antenucci, divulgador de la devoción a la Virgen del Silencio. Entre otras cosas, se afirma: “La envidia destruye porque no tolera que otro tenga algo que yo no tengo. Los envidiosos siempre sufren porque su corazón desea la muerte de los demás, por ende, está en sufrimiento”.

 

Una preocupación del Papa como muestra el autor Fray Emiliano Antenucci a Aleteia. En sus últimos encuentros ha conversado y meditado con el papa Francisco sobre tres males que acechan a la Iglesia y se traducen en actos: chismorrear, calumniar y envidiar.

 

El sacerdote Aldo Buonaiuto y Fray Antenucci acaban de publicar un nuevo libro: “Envidia: veneno mortal – ¿Por qué él sí y yo no?”. Además, quien sufre de este mal, afirman, manifiesta algunos síntomas: tristeza, hablar mal de los otros, menospreciar, megalomanía, y vivir siempre en competición.

 

“La envidia es la tristeza por la felicidad de los demás y se combate con el agradeciendo y la gratitud hacia la vida y la alabanza por los dones de los otros”, dijo Fray Emiliano Antenucci el inventor del curso “El silencio, habla el silencio” y nominado por el papa Francisco, junto al padre Aldo Buonaiuto, Misionero de la Misericordia con motivo del Año Santo extraordinario de la Misericordia.


“El santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se cree digno de ser duro con los demás, sino que los considera como superiores a uno mismo (cf. Flp 2,3)”, papa Francisco (116, Gaudete et Exsultate).

 

Envidioso, ladrón

El joven fraile de barba larga y túnica marrón ilustra que existe una envidia intelectual, social, laboral, estética, espiritual que genera tristeza y competitividad, incluso dentro de las familias y en las relaciones más íntimas o cotidianas.

 

Sin embargo, lo mejor, citando al Papa, es no responder, evitar la violencia verbal que destruye y maltrata. “Se es perfecto solo en el amor y no se llega a lo alto superando a los otros”, explica el religioso.

El también sacerdote de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos recuerda que San Francisco considera al envidioso “ladrón” de los dones de los demás y, por lo tanto, “ladrón de Dios”, es decir, considera la envidia como el pecado de no ver a Dios en el otro y no mirar lo que es hermoso y realiza en el otro.

 

Envidia, veneno del alma

La envidia, el ‘veneno del alma’, está documentada en la Biblia y en la historia del hombre: Caín y los hermanos de José, el Rey David, Juan el Bautista y la Crucifixión de Jesús. Un mal que intoxica a quien lo prueba y quien lo sufre.

Los autores, Antenucci y Buonaiuto, aseguran que la envidia es igual a negar el propio valor, así se refleja en el otro las propias inseguridades, la falta de autoestima y, en definitiva, la falta de ojos limpios para observar la realidad que se está viviendo.

 

Ignora el envidiado

“Quien envidia no conoce de verdad al envidiado y sobre todo vuelca sobre él aquello que no logra mejorar en sí mismo”. Padre Buonaiuto insiste en que todos los seres humanos sufren y sienten dolor. Por eso, es injustificado sentir envidia por alguien. La compara a una hierba venenosa presente en el terreno de las relaciones en las empresas, la vida familiar o en la Iglesia.

 

Envidia incluso contra los santos

Malvada y destructiva, la envidia de otras personas golpeó y lastimó a varios santos de la Iglesia católica. Un ejemplo fue Padre Pío, quien sufrió un ‘martirio silencioso’. Hermanos en la fe que le persiguieron con calumnias, mentiras e injusticias. Papa Francisco dijo que la envidia “te hace ver lo bueno que hay en el otro como algo en contra nuestra” (21.01.2016).

 

Envidia, pecado mortal

Buonaiuto, sacerdote, antropólogo y exorcista, asegura que la envidia se encuentra en la cima de los pecados capitales por la “gravedad” de sus secuelas a nivel social e individual. Y cita a San Tomás para indicar el grave defecto de percibir en el bien de los otros, un mal para sí mismo.

 

Recuerda, asimismo, a San Agustín que revela este mal hasta en el bebé que mira a su hermanito que se amamanta del otro pecho de su madre. Es decir, que sucede entre personas muy cercanas: familiares, amigos y compañeros de trabajo o estudio. Los padres de la Iglesia, como San Gregorio Magno, confirma el autor, revelaron que la envidia tiene efectos destructivos tales que llegan a producir más venenos: odio, chismes, y calumnias.

 

Pecado

Entonces, aconseja el ejercicio espiritual: “Alégrense de los progresos de vuestro hermano y entonces Dios será glorificado en vosotros”. Los méritos de los otros son alegría para los que dejan vencer en su corazón a Dios y no el mal de la envidia. La envidia es el sexto pecado capital, pero el primero por su gravedad, escribe el sacerdote que menciona la enseñanza de San Juan Cristóforo: la envidia es el “acto opuesto al amor fraterno”.

 

Celos

Caín incluso mata a su hermano porque en su alma vence el instinto, vence el lado oscuro. Saúl intenta asesinar en más de una ocasión a David por sus éxitos. Buonaiuto, exorcista, escribe que la vanidad se relaciona con la envidia y abre la puerta al diablo. De hecho, “por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo”, reconoce el papa Francisco (Homilía Santa Marta 21.01.2016).

“El mal está celoso de la bendición que el Padre otorga generosamente a sus hijos, envidiados por esto por el demonio, quien por definición siempre intenta introducir división, separación, conflicto incluso en la esfera más sagrada de los afectos íntimos”. Así, por envidia Cristo es entregado por sus enemigos y crucificado. Herodes asesinó niños en búsqueda del Mesías.

Conocerse y conocer a los demás

Tampoco es casual que la felicidad, la unión familiar, y el público reconocimiento de los propios méritos sean las cosas que causan mayor envidia. Los méritos del otro se viven como una injusticia contra sí mismo. Buonaiuto afirma que la envidia alimenta un orgullo destructivo sin admitir superiores o rivales. Crea división en las familias, malos sentimientos y hasta guerras entre países.

Por eso, sostiene que la bondad es el arma que Jesús enseñó a usar a sus discípulos contra la envidia. “Considerar a todos como hermanos y alegrarse con quien se alegra”. Asimismo, invita a emular a quien es bueno y tiene mérito, pero sin envidiarlo. La envidia es causada, muchas veces, por el orgullo. Así, la otra coraza contra la envidia es la humildad.

 

¿Cómo reconocer a un envidioso?

La persona sola es presa fácil de la envidia, inconsciente de que necesita hacer algo para mejorarse, pues mira hacia adentro, concentrado en sí mismo. De ahí que aumenta el malestar espiritual y el egoísmo que intoxica y destruye visceralmente, explica el sacerdote.

El envidioso tiene una visión irreal y desviada de sí mismo. “Envidia porque no tiene una correcta conciencia de sí y del propio papel en el mundo”. El envidioso como recuerda el Papa: “¡Es un corazón atormentado”! Es necesario perseguir las virtudes: amar, saber compartir y ser solidarios.

 

¿Y quién es envidiado?

El Papa Francisco reconoce que todos podemos caer en este mal, nadie excluido, sean quien envidia, sea quien es envidiado. La envidia y los celos son una “enfermedad siempre. ¡Es un pecado feo! Es el inicio de tantos, tantos crímenes”.

Buonaiuto afirma que es saludable reconocerse envidiosos para redefinir la propia responsabilidad, pues, a veces, vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro. Con mucha facilidad nos damos cuenta de la envidia de los demás, cuando la nuestra puede ser aún mayor. Pagar con la moneda del bien la envidia. “Quien te envidia, inciertamente te elogia”.

 

Cinco remedios contra la envidia

Fray Emiliano Antenucci también propone 5 remedios contra la envidia:

  1. Rezar

Rezar para sacar el ‘veneno’ de la envidia y purificar la mirada y el corazón.

  1. Agradecer

Fray Emilio aconseja rezar y agradecer por los muchos dones que llegan a nuestra vida, pero, afirma que se necesita aprender a dar gracias también por los dones recibidos por los otros o representados en ellos. La oración de agradecimiento es un ejercicio de liberación de la auto complacencia y de quedarse en uno mismo. Además, significa no apoyarse solo en las propias fuerzas. “Reza como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti” (San Ignacio de Loyola). Rezar por el propio ‘Laudato Si’, aseguró Fray Emiliano.

  1. Respetar

El respeto es el sentimiento y la actitud de reverencia hacia alguien que se considera digno de estima y honor. Veneración, acatamiento que se hace a alguien. El sabio y el santo son personas que nos hacen sentir especiales e importantes, no por un “captatio benevolentiae”, sino porque realmente estamos ante Dios.

  1. Apreciar

Apreciar, es decir, reconocer y estimar el mérito de alguien o de algo que se hace. Estimar al otro es verlo con el optimismo desde el cual Dios nos mira, para dar confianza: este es el truco para una educación madura y responsable.

  1. Comprometerse

Contraer el compromiso de alegrarse por los dones recibidos por el otro y su felicidad como si fuera mía. Fray Antenucci habla de manos juntas para rezar y manos sucias en la caridad. Lenguaje ungido por el Espíritu Santo y corazón lleno de alegría y de paz. El cristiano debe respirar con los dos pulmones: silencio y caridad. No hay lugar para los chismes, porque seremos juzgados por la misericordia que hemos tenido con los demás.

 

Fuente: Aleteia