Mar. Mar 19th, 2024

El director del Equipo de Expertos en Bioética de la Conferencia Episcopal Polaca, Mons. Józef Wróbel, dijo que la tecnología utilizada en las vacunas contra el COVID-19 de AstraZeneca y Johnson&Johnson “plantean serias objeciones morales”, pero señaló que pueden ser usadas por quienes no tienen la opción de elegir otra vacuna y están directamente obligados a hacerlo por ciertas condiciones existenciales o profesionales”, escribió en un comunicado publicado el 14 de abril.

 

El 23 de diciembre de 2020, el Equipo de Expertos en Bioética de la Conferencia Episcopal Polaca publicó un documento sobre las vacunas, en el que destacó que las vacunas Pfizer y Moderna, que utilizan el ARN mensajero o ARNm, no plantean objeciones éticas graves porque, en su producción, no se utilizaron líneas celulares creadas a partir de tejidos de fetos abortados.

 

“El ensayo de estas vacunas con células fetales no plantea objeciones descalificadoras porque dicho ensayo no forma parte de su proceso de producción”, explicaron los obispos en aquel documento.

 

El 14 de abril, Mons. Wróbel, actualizando la información sobre otras vacunas del mercado, aseguró que tanto AstraZeneca como Johnson&Johnson “se basan en una tecnología que utiliza células de fetos abortados”, ya que “las células se utilizan en la multiplicación del llamado principio activo de la vacuna, el adenovirus no virulento”.

 

“Este hecho plantea una seria objeción moral, ya que, en este caso, las células derivadas de fetos abortados son un eslabón esencial en la tecnología utilizada para producir estas vacunas. De acuerdo con los principios expuestos en el documento anterior, los católicos no deberían aceptar ser vacunados con estas vacunas, ya que existen otras –el mencionado ARNm– que no plantean objeciones morales de conciencia”, explicó el experto en bioética.

 

No obstante, recordó que su posición “no es un juicio moral definitivo sobre la posibilidad de utilizar las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson”, en la medida que el documento reciente “es coherente con la enseñanza teológica y moral de la Iglesia Católica”.

 

Por tanto, recordó que aquellos fieles “que no pueden elegir otras vacunas y que están directamente obligados por ciertas condiciones (por ejemplo, profesionales, por obediencia dentro de ciertos equipos, estructuras, oficinas y servicios a los que están destinadas las vacunas) pueden utilizarlas sin culpa moral”.

 

“Según la posición del Magisterio de la Iglesia, la permisibilidad excepcional de estas vacunas se debe a que su recepción no implica la participación directa, la aceptación o la coacción del aborto (las líneas celulares utilizadas en su producción no fueron creadas a petición suya)”, dijo Mons. Wróbel.

 

Además, recordó que “el vínculo entre el feto abortado y las vacunas no es un vínculo formal (que sería el caso si el aborto se hubiera realizado a petición del fabricante de la vacuna y coaccionado por quienes desean utilizar las vacunas), sino que es un vínculo material (no es un vínculo intencional o causal; la vacuna está vinculada al aborto solo por el material biológico derivado de él)”.

 

Mons. Wróbel expuso que si bien “el uso de la vacuna viene dictado por una auténtica necesidad o por el deber de proteger la vida y la salud propias o las del prójimo”, estas personas “deben manifestar su firme oposición al uso de material biológico inmoral en la producción de la vacuna”.

 

“De tal manera que no se considere que están abogando indirectamente por el aborto, por ejemplo, escribiendo cartas de objeción a las instituciones que importan o distribuyen la vacuna, o a sus superiores”, añadió.

 

Al final del documento, el director del Equipo de Expertos en Bioética de los obispos de Polonia recordó que lo expresado “no se refiere a los aspectos formales de la vacunación”, principalmente respecto a “la posibilidad de que se produzcan efectos secundarios graves y causales, no solo temporales, relacionados con la administración de una determinada vacuna”.

 

“Todavía no existen resultados de investigación fiables y objetivos, y los expertos no han llegado a una opinión consensuada e incuestionable al respecto. Esta opinión solo se alcanzará cuando se hayan aclarado totalmente las dudas. Sin embargo, siguiendo los principios éticos, si existe una sospecha fundada de que una vacuna supone una amenaza para la vida de una persona concreta, no debe administrarse”, concluyó.

 

Posición de la Santa Sede sobre las vacunas

 

El 21 de diciembre de 2020, la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una “Nota (da clic aquí para leerla) sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la COVID-19”.

 

En este documento se explica que “cuando no estén disponibles vacunas COVID-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país, pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la COVID-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”.

 

El documento explica que “la razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota”.

 

De ese modo, “el deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro grave, como la propagación, por lo demás incontenible, de un agente patógeno grave: en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa la Covid-19”.

 

 

 

 

 
Fuente: Aciprensa