Sáb. Abr 20th, 2024

Es común que en nuestras comunidades parroquiales, grupos apostólicos, catequesis, conferencias, etc. se hable de cierta influencia que el Espíritu Santo tiene sobre la Iglesia. Lo que hace que el Espíritu sea el miembro más desconocido en medio de nuestras comunidades. Pues sin Él no hay comunidades. Por tanto, el Espíritu debe ser escuchado, tenemos la necesidad de escuchar la Voz que procede del Padre y del Hijo.

Saber que Dios nos habla y que podemos escucharlo. Te propongo una pequeña lista que nos ayudará a abrir más el oído a la voz de Dios.

Disposición de corazón

Aunque sea más que obvio que hay que estar dispuestos a escuchar, es necesario hacer énfasis en que para escuchar es necesario cierto grado de actitud de apertura. Hace un espacio en sí misma para encarnar a El Salvador. De esta misma manera es necesario que nosotros abramos un espacio en nosotros mismos que sirva de morada para el Espíritu de Dios. Es poder engendrar la Palabra en cada uno de nosotros, para dar así al mundo la luz que tanto necesita.

Estar atentos

Por eso mismo necesitamos estar siempre atentos, vigilantes, pues en cualquier momento, hasta en medio de una conversación de amigos, puede el Señor enviar Su voz y darnos aquella Palabra que necesitamos escuchar. La segunda es estar prestos a dejarle actuar en nuestra vida.

No tener miedo al amor

No sé por qué nos hemos empecinado en identificar el amor con el dolor, con lo que nos hace sufrir y pasar noches en vela. Es un amor que se dona, pero también es un amor romántico. Dios siente un amor romántico hacia sus hijos. Vivir en el Espíritu es vivir en el amor de Dios.

Por eso es apremiante que confiemos en Su Voz, en su amor, en su voluntad. Para esto, necesitamos ser conscientes de la necesidad de estar unidos a Él, no separarnos ni dejarnos separar por nada ni nadie. En otras palabras, es santidad. Esta unión necesita que nos aproximemos diariamente a Él, que sepamos estar con Él y lo imitemos. No hay que tenerle miedo al amor, hay que luchar por el amor.


Fuente: Catholic link

Redacción: Natalia Monroy