Jue. Abr 25th, 2024

En una reflexión profunda sobre los sentimientos de envidia y admiración y para comprender mejor estas emociones humanas. Destacamos la definición preferida de la envidia como «tristeza por el bien ajeno», el sacerdote resalta que este sentimiento en sí mismo es pecaminoso.

La envidia consta de dos partes fundamentales: descubrir un bien en otra persona y desear arrebatarle ese bien. Es decir, cuando se identifica algo positivo en alguien más y surge el deseo de poseerlo o que esa persona no lo tenga. Esta actitud, afirma el sacerdote, es la que se considera un pecado.

No obstante, es crucial diferenciar entre la envidia y la admiración. Si se descubre un bien en otra persona, como una cualidad, un logro o una posición, pero no se desea su mal ni se intenta arrebatarle ese bien, entonces se trata de admiración. Por otro lado, si al descubrir ese bien en otra persona se experimenta tristeza o se niega el deseo de que esa persona lo posea, entonces se trata de envidia.

Lo negativo radica en descubrir un bien en otra persona y no tolerar que lo tenga, sintiendo la necesidad de arrebatárselo. Por lo tanto, se plantea que es posible experimentar una forma de «envidia de la buena», aunque sería más apropiado denominarla admiración debido a su connotación más positiva y la asociación negativa que se atribuye a la envidia, siendo uno de los pecados capitales.

Con estas reflexiones, es importante hacer la introspección y al discernimiento personal para comprender mejor nuestras emociones y aprender a cultivar la admiración hacia los demás, evitando caer en el pecado de la envidia.


Fuente: Catholic.net