Jue. Abr 25th, 2024

La evangelización es un llamado fundamental para todo cristiano que busca compartir la fe y el amor de Dios con los demás. Sin embargo, en ocasiones, podemos caer en la trampa del orgullo, un obstáculo que nos impide llevar a cabo esta misión con humildad y amor genuino.

En un interesante artículo publicado por la cadena aliada de Catholic Link, se exploran los diferentes aspectos del orgullo y se presentan 3 sutiles signos de alerta que debemos tener en cuenta para identificar si estamos cayendo en esta trampa.

El orgullo puede manifestarse de diferentes maneras y afectar nuestra relación con Dios y con los demás. Es importante estar atentos a estos signos para poder corregir nuestro camino y continuar evangelizando de manera auténtica y efectiva.

«¡Creo que no es necesario rezar por esto!»

Si has caído en la mentira de que puedes hacer algo sin Dios, de que no es necesario hablar con Él de alguna cosa de tu vida, trabajo o relaciones… piénsalo de nuevo.

Recuerda que no puedes hacer nada sin Él. Lo que hagas por tus propias fuerzas nunca será lo mejor que puedas dar, ni siquiera será algo o valdrá algo. No hay espacios en tu vida donde Él no entre. No hay nada que le puedas esconder o con lo que Él no te pueda ayudar.

Recuerda que después de pecar, Adán y Eva taparon sus cuerpos, creyendo que podían ocultar su vergüenza delante de Dios. Lo único que eso hizo fue que Dios los expulsara del Paraíso con la tristeza de saber que voluntariamente habían elegido soltar su mano y creerse dioses.

La unión con Dios debemos alimentarla por medio de la oración, por momentos de compartir con Él en adoración. No nos alejemos pensando que no lo necesitamos, porque lo necesitamos más que el aire que respiramos.

Él es la vida y sin Él solo existe la muerte por el pecado.

«A Dios debemos dejarlo en la Iglesia»

Esta es una gran mentira de nuestro tiempo. Muchas veces, en la falta de valentía para hablar de Dios, para comunicar a los demás la bondad de Dios, se esconde el orgullo.

La mentira de que podemos vivir sin Dios se une a la falta de caridad, sabiendo que es nuestra responsabilidad evangelizar con todos los medios que Dios nos ha dado.

Muchas personas creen que ir el domingo a la misa es suficiente. Pero, en el día a día, dejan a Dios olvidado. No lo hacen partícipe de sus vidas y de sus elecciones. Andan por la vida de espaldas a Dios.

«Esto no le importa a Dios»

Esta es una de las grandes mentiras que nos decimos. Muchas veces la he escuchado con respecto a temas sexuales. Dios no se mete en las alcobas de las personas, a Él no le importa con quién me acuesto. Es más, ¿qué le va a importar a Dios si veo pornografía o si me masturbo?

Te digo que a Dios le importa todo lo que haces… ¡todo! Dios no nos abandona nunca y, aunque no nos mira como un juez que nos juzga, sí nos mira con un inmenso amor.

Cuando pienso en esto y reflexiono sobre el temor de Dios, me doy cuenta de que lo que me da miedo no es Dios en sí mismo, sino perder esa mirada de amor. Hacerlo entristecer.

No permitamos que el orgullo obstaculice nuestro testimonio de fe. Descubre estos 3 sutiles signos de alerta y aprende cómo evitar caer en la trampa. ¡La humildad y el amor son la clave para una evangelización auténtica y transformadora!


Fuente. Catholic Link