Vie. Mar 29th, 2024

Cuando Jesús va a comenzar su predicación, hay una manifestación divina del Padre y del Espíritu que lo ungen y lo confirman para el trabajo que llevará a cabo, predicando el reino de Dios; y al terminar esta etapa y enfrentarse con el final de su misión, recibe, también la manifestación del Padre que le ayudará a aceptar su pasión redentora. El Padre válida la opción de su Hijo y la respalda con su propia palabra, pues el Hijo ha elegido libremente el camino más difícil, el camino del dolor, del sufrimiento. en vez del poder triunfalista y de la fuerza.

 

Aquí, Jesús, ya está seguro de haber optado por un reino que no tiene nada que se parezca a la propuesta de Satanás en el desierto; sabe de cierto que su sacrificio será más eficaz que su misma palabra y sus milagros, porque la gente de su tiempo no la escucharon ni pudieron leer sus signos. Su sacrificio en la cruz, su muerte y resurrección, será siempre la señal prometida que puede transformar el corazón humano de los hombres de buena voluntad.

 

Seguramente sus discípulos, aunque sea con deficiencias, se acordaron de aquello que dice el Deuteronomio “Yahvé hará que se levante para tí, de en medio de tus hermanos , un profeta como yo, a él habrán de escuchar”, al experimentar la presencia divina que les dice: “Este es mi Hijo, mi escogido, escúchenlo”. Entre otras cosas, la palabra que resuena en este texto es la palabra “escúchenlo”, y hoy nos podemos preguntar: ¿qué significa el verbo “escuchar” en el N,T.? Y nos damos cuenta que significa en algunos textos: “prestar atención”, “estar atento”, “atender” ; “aceptar a quien habla” , por ejemplo. Pero, puede ser más claro para nosotros, Romanos 10,17: “La fe surge de la predicación, y la predicación se verifica mediante la palabra de Cristo”.

 

Así que escuchar la palabra de Cristo es el único camino por el que el hombre cree o llega a la fe. Y entonces, estamos llamados a descubrir la presencia de Dios en la palabra personal de Cristo, porque en ella se hace presente el reino de Dios. A este propósito, tal vez debamos recordar, como algo conveniente en nuestra vida, nuestro bautismo, y tener presente las palabras con las cuales termina el rito bautismal el sacerdote: “Que el Señor, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo” escuchar “su palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Diod Padre…”; gloria de la que podemos participar en la medida de nuestra escucha.

 

Los cristianos somos los que escuchamos. porque escuchar a Jesucristo, Palabra de Dios, nos ayuda a escucharnos unos a otros en la comunidad y, escuchándonos estaríamos seguros de escuchar a quien es el único camino, verdad y vida, para caminar juntos.

 

 

Fuente: Catholic.net

Redacción: Natalia Monroy